ENCLAVES
A Alba no le quedaban muchas opciones. Posiblemente ya no le quedase ninguna. Había ido quemando todas las alternativas, todas las vías de escape…
Tras evaluar todas las salidas, tomó la decisión más arriesgada. La que nadie en su sano juicio elegiría. Meterse de lleno en la boca del lobo. Buscar refugio en la misma guarida de los que pretendían darle caza.
Desde su improvisado y frágil escondite, Alba contempló la imponente vivienda que se alzaba ante ella. No era una experta, pero calculó, por su estilo arquitectónico, que rondaría los cuatro siglos como mínimo. Un par de cristales rotos y unas paredes a las que les faltaba una buena mano de pintura conferían al conjunto un aire decadente y ajado que potenciaba esa sensación de recelo y peligro que había acompañado a Alba desde el mismo instante en que llegó a la finca. El aspecto descuidado y seco de los jardines y el tono lúgubre del entorno acrecentaban la impresión de casa embrujada…
No tardó mucho en descartar el intento de huida por el bosque adyacente…
Porque era lo que ellos esperaban. La elección natural de una presa acorralada. Por ello, su instinto ancestral de cazadores les conduciría al bosque. Y por ello, Alba buscaría protección en la fúnebre y siniestra casa.
SIERRA DE GUADARRAMA
El frío es intenso en esta gélida mañana donde el horror se ha puesto sus mejores galas.
Todavía se aprecian las marcas de la helada nocturna en el sucio césped del jardín y en los árboles que nos rodean desdibujados por la espesa niebla que nos envuelve…
Nos acercamos a las coordenadas donde se han hallado los cuerpos…
—Es una auténtica masacre —atestigua Antonia con la boca rígida por el frío.
Frente a nosotros, seis cuerpos inertes cuelgan de unos hierros unidos a una barra horizontal sujeta entre dos árboles. Cuatro hombres y dos mujeres. Sus rostros están totalmente destrozados, carbonizados.
—No murieron aquí. Han montado una escena —aventura Juan, rodeando el macabro cuadro—…
Alfredo se materializa de repente dándonos un buen susto. Y desaparece atravesando una pared que conduce a una habitación contigua. Le seguimos por una desvencijada puerta de la que solo queda el marco. Flota ante un sucio armario lleno de objetos mugrientos que apenas dejan entrever el cuerpo encogido de una mujer con un disparo en la frente.
Me acerco a ella en silencio, traspasando la silueta de Alfredo.
Tiene la piel de porcelana y los ojos de un azul tan intenso que no parecen reales. Su presencia es tan ilusoria como el entorno que nos rodea. La muerte no le ha robado un ápice de belleza, tan solo potencia el aspecto de fragilidad que la envuelve.
—Nunca había visto un robot tan perfecto.
CENTRAL DE LA GC
A las nueve y media de la mañana el tráfico es intenso, pero recorremos el trayecto que separa la residencia de la central en Guzmán el Bueno en apenas ocho minutos.
Ahora sí que me golpean con fuerza los recuerdos. Olores, imágenes, sonidos. Rememoro hasta el grado de humedad del ambiente. Ese aire madrileño tan seco, tan conocido, que tanto he echado de menos en estos años y que me transporta al pasado…
En este viejo complejo de edificios que ahora se me antoja opresivo trabajé durante más de veinte años. Desde mi salida como teniente de la academia hasta mi nombramiento como comandante. Aquí formé parte de una de las unidades de élite de la guardia civil especializada en delitos robóticos. Aquí viví los mejores años de mi carrera profesional. Aquí guie los casos más complejos y estimulantes de mi trayectoria policial. Y aquí fracasé en el proceso más singular, extraordinario y misterioso al que tuve que enfrentarme…
Nueve minutos después un texto anaranjado flota ante mí. Es un mensaje privado que solo yo puedo visualizar. Para el resto de los presentes en la sala resulta totalmente invisible. Está cifrado con la máxima seguridad. Lo descodifico con cierta ansiedad y compruebo que es de Campos. Me pide que abandone el acto y que acompañe al robot que me espera a la entrada.
Le sigo como un autómata. Recorremos varios pasillos y cruzamos varias salas y oficinas que se encuentran cerradas debido a las celebraciones. Finalmente pasamos al edificio anexo y subimos hasta la segunda planta a través de una escalera con clave privada de acceso. Si mi memoria no me falla, aquí se encuentran los despachos del director general y de sus asesores. Un escáner óptico me identifica como Pablo Salgado, teniente coronel en activo y me franquea la entrada a uno de los bufetes.
Como suponía, el general Campos, el juez del supremo y el ministro de seguridad nacional se encuentran presentes. Varios guardias civiles virtuales y un par de robots holográficos toman pruebas por toda la estancia. Y junto a la ventana, yace un hombre tumbado en el suelo. Flotando a escasos centímetros de su cuerpo, los gráficos que muestran la evolución de sus constantes vitales dibujan líneas rectas de un color escarlata que no presagian nada bueno.
Me acerco con cuidado para no alterar lo que sin duda es la escena de un crimen.
El viejo caso cerrado en falso se reabre. Y reprimo una arcada al constatar con horror cómo el pasado me persigue, me busca y me hostiga de nuevo. Al descubrir ante mí el cadáver todavía caliente de Alberto Cifuentes.
FÁBRICA ABANDONADA AFUERAS MADRID
Nos avisaron al alba. Una llamada anónima. Una fábrica abandonada a las afueras de Madrid. Sin dar más detalles. Solo las coordenadas…
La grisácea luz que tímidamente se filtraba por las sucias ventanas apenas dejaba intuir el horror de la escena. Esta vez los árboles habían sido sustituidos por columnas de piedra. Pero de nuevo, los mismos ganchos y la misma barra metálica servían de cadalso a nueve cuerpos inertes con los rostros desfigurados por la acción de un láser de alta potencia. Colgados en la misma postura y con las cabezas carbonizadas, no cabía duda de que detrás de aquella masacre se escondía la misma mano. O un imitador muy convincente.
LÍNEAS DE METRO ABANDONADAS
El primer caso llama la atención. El segundo abre titulares y el tercero nos coloca indefectiblemente en la picota. Veinticuatro horas después del siniestro descubrimiento ya le habían puesto nombre. Lo apodaron el caso de los robots colgantes en clara alusión a la macabra forma de exhibirlos. Y así es como todo el mundo lo conocería a partir de entonces.
CUEVAS AL SUR DEL RÍO TAJO
Y ahora, unas cuevas al sur del río Tajo que antaño fueron habitáculo de nuestros antepasados prehistóricos allá por la edad de Bronce entre los años 1600 y 1200 antes de Cristo, pero que hoy en día se encuentran desiertas y abandonadas.
Situadas en una cavidad natural, forman un enrejado de galerías de más de cuatro kilómetros de longitud que sin duda dieron mucho juego a la perversa caza, más abyecta si cabe, al añadirle el factor oscuridad.
REAL SITIO DE LA ISABELA
Una fina niebla se enrosca a nuestro alrededor sumergiendo nuestras botas en una semitransparente capa blanquecina que acrecienta la sensación de profunda desolación que nos acompaña. A nuestro alrededor, los restos enmohecidos de los edificios que antaño dieron vida al conjunto arquitectónico del Real Sitio de la Isabela. Ruinas que nos contemplan como testigos mudos del esplendor de una época que ya no volverá y que sirven de marco al dantesco cuadro que se dibuja ante nosotros.
Paseamos entre los escombros inmersos en un agobiante silencio. Buscando pruebas, grabando cada detalle, intentando descifrar lo que realmente sucedió. Solo unas pocas columnas se mantienen en pie. Moviéndonos entre los despojos de esta tierra yerma, es difícil imaginar la suntuosidad y magnificencia que este lugar alcanzó en el pasado…
—Realidad aumentada —ordeno a las IA que nos acompañan.
Súbitamente, nuestro chip neural interpreta las nuevas instrucciones y nos catapulta a través de un imaginario viaje temporal sumergiéndonos en un decorado virtual que simula el aspecto del lugar a mediados del siglo XIX. Las viejas ruinas cobran vida y renacen el fulgor y la grandeza de otro tiempo. Es solo una idealización. Una fantasía que nos acerca al marco escénico en el que se desarrollaron los crímenes.
CASA PALACIO ALFREDO
Alfredo nos ha invitado a pasar un fin de semana en su preciosa casa de la sierra. Un pequeño palacete heredado de sus ilustres antepasados en el mismo corazón de la ciudad de Segovia. Junto al espectacular acueducto romano que nos contempla imperturbable recordándonos que nuestra moderna y etérea civilización un día no muy lejano estuvo construida en piedra y sobre piedra.
Quizás era lo que en este momento necesitábamos con más urgencia. Pisar sólido, pisar firme. Encontrar un punto de apoyo, un sistema de referencia en medio de este caos, de este complejo caso que prometía arrastrarnos como el vórtice de un insondable torbellino….
Construida como casa palacio a principios del siglo XVIII, consta de planta baja, planta primera y desván. Le calculo unos 800 metros cuadrados útiles, lo que nos da suficiente desahogo para compartirla con toda su familia sin que nadie se sienta incómodo ni agobiado.
Estamos tan acostumbrados a las proyecciones virtuales sobre paredes y muebles, que tocar, oler y en definitiva sentir que estamos rodeados de piedra y madera nos produce una sensación de anacronismo que nos transporta a un mundo antiguo y perdido.
Los cuartos de baño con azulejos pintados a mano, la salita de lectura con chimenea francesa que comunica con el salón principal a través de una bóveda de piedra pintada con hermosos frescos perfectamente conservados, los techos adornados con preciosas lámparas de cristal construidas con técnicas desgraciadamente olvidadas, el artesonado de las vigas de madera de los dormitorios, las escaleras palaciegas de piedra maciza que comunican las dos plantas señoriales, los muebles de madera tallada policroma de la extensa y ecléctica biblioteca sobre la que descansan verdaderas joyas de la literatura, incluidos algunos incunables, nos sumergen en un universo acogedor, cálido y confortable que nos predispone a la unidad y a la cohesión como grupo, no solo de compañeros de trabajo, sino también de aliados y amigos incondicionales….
Tras el instructivo tour por toda la fabulosa vivienda, cedo el testigo a mi comandante Alfredo Santamaría que nos conduce a su despacho de trabajo. De repente, como por arte de magia, regresamos a un universo conocido. La piedra se convierte en acero y la madera en qubits que simulan el color y la textura de la decoración de la sala.
APARTAMENTO CIFUENTES
Hace apenas unas horas, Alfredo y yo penetrábamos en la torre de cristal considerada por la prensa como "su fortaleza". Un edificio ultramoderno que cuenta con las más sofisticadas medidas de seguridad que obviamente no han impedido que le robaran, delante de sus propias narices, una buena colección de robots …
Un robot de protocolo nos recibe a la entrada del edificio y nos acompaña, en cuanto nos identificamos como miembros del Cuerpo, a un ascensor ultraligero exterior que nos eleva por encima de las nubes que hoy cubren la ciudad, haciéndonos sentir como niños ante un espectáculo de magia.
En pocos segundos las puertas se abren dando paso a un espacio diáfano que cubre una buena parte de la superficie del ático donde se ubica su moderno despacho. El resto de la superficie del mismo, según palabras de nuestro anfitrión, está reservado para un apartamento que utiliza cuando por razones de trabajo decide no regresar a su espléndida mansión de las afueras.
Estamos tan acostumbrados a las proyecciones virtuales sobre fondo de paredes y suelos que ver la ciudad a nuestros pies a través de unos inmensos cristales sintéticos nos produce una sensación de vértigo que ni Alfredo ni yo somos capaces de disimular…
Su metro ochenta y tres centímetros de estatura coloca mis ojos a la altura de los suyos. Son pequeños y astutos, de un azul intenso. Siento que nos observan con curiosidad, evaluándonos, pero sin perder en ningún momento las buenas formas, sin llegar a intimidar.
Su ropa fabricada con tejidos naturales de magnífica calidad sin imprimación sintética sobre una base monocroma le confiere estatus y clase. Y su aspecto en general nos muestra a un hombre culto y refinado, preocupado por su imagen y por su cuidado personal.
Con un gesto nos señala el techo de la inmensa sala indicándonos que le acompañemos. Los peldaños semi transparentes de una escalera flotante surgen ante nuestros asombrados ojos invitándonos a subir hasta la planta superior de su magnífico despacho. Dudamos un instante porque solo se observa el volumen vacío que se extiende por todo el espacio situado sobre nosotros. No se aprecia ninguna superficie material que pueda sustentar el suelo. Sin embargo, de nuevo y como por arte de magia, al llegar al final de la ilusoria escalera, sentimos crecer un suelo rígido e invisible bajo nuestros pies y materializarse a nuestro lado tres sillones de una textura desconocida.
MANSIÓN DE CIFUENTES
La fabulosa mansión de las afueras de Madrid que comparte con su esposa e hijos está situada en una urbanización privada rodeada de todo tipo de lujos y avances tecnológicos en seguridad domótica. Como el escudo de invisibilidad que la circunda, que la protege de miradas indiscretas y que solo nos deja vislumbrar un idílico bosque proyectado en una mega esfera de dimensiones difíciles de calibrar, o el ejército de incansables nanobots que patrullan toda su descomunal superficie esférica.
Tras atravesar varios sofisticados sistemas de control, penetramos en la zona prohibida a los simples mortales que habitamos el planeta Tierra. El impacto visual nos deja conmocionados. Arquitecturas imposibles de corte futurista se combinan con otras mucho menos quiméricas que nos recuerdan las diferentes épocas de la civilización humana. Lagos y fuentes que desafían la gravedad y otras muchas leyes de la física que ya apenas recuerdo. Es como sumergirse en un hipotético universo donde todas las realidades alternativas se hubiesen dado cita simultáneamente en un espacio finito…
Penetramos en su fortaleza a través de una puerta circular que se cierra en cuanto la franqueamos y que me recuerda aquel viejo cuento infantil de Alicia en el país de las maravillas. Uno de los robots virtuales adopta la forma de conejo y nos insta a seguirle.
He oído hablar de esa tecnología domótica, pero no le veo la gracia. Tu chip neural interactúa con el software de la vivienda y recrea un universo visual basado en tus recuerdos. Se supone que en aquellas reminiscencias infantiles que tú añoras y valoras de forma positiva. Y también se supone que de esta forma te construye un espacio de confort en el que te sentirás receptivo para interactuar con quien te ha invitado.
Entramos en una sala en apariencia gigantesca. Una ligera neblina de un tinte lechoso nos rodea impidiéndonos, de nuevo, calibrar las verdaderas dimensiones de la misma. Un espacio abierto, diáfano, libre y dinámico nos envuelve. Es el culmen de una arquitectura que preconiza la expiración de barreras físicas en los hogares. Sin obstáculos ni restricciones. Creando diferentes espacios separados por transiciones que se crean y se destruyen según las necesidades. Nada en común con las recreaciones virtuales de las clases bajas. Esto es real. Nanotecnología en estado puro. Muebles flotantes e interactivos que permanecen invisibles, fusionados con el entorno y que solo se perciben como reales cuando se les precisa….
Seguimos a mi particular conejo que ahora adopta la forma de un robot de protocolo de gama alta. No me imagino el aspecto que habrá elegido para mi compañero. Y casi prefiero no saberlo.
Atravesamos una zona de transición y nos sumergimos en una especie de universo paralelo. Un viaje en el tiempo en toda regla a la antigua Grecia. Mi robot de protocolo cambia su traje por un quitón griego. Parece un auténtico habitante de la Hélade clásica. Con voz pausada nos explica que Cifuentes es un erudito amante de la antigua civilización como muy bien reflejan las exquisitas obras de arte que nos circundan. Me encantaría quedarme a disfrutar de tantas maravillas que solo pueden contemplarse en un museo, pero nuestro cicerone virtual nos insta a continuar el curioso itinerario que nuestro anfitrión nos ha preparado por su extraordinaria mansión.
Atravesamos una nueva zona de transición y aparecemos en medio de una especie de museo que nos transporta a un periodo indefinido de nuestra historia. Calculo que nos movemos entre los siglos XV y XVI, en pleno Renacimiento. El anacronismo nos golpea y nos sume en un mutismo que ayuda sin paliativos a la reflexión. Y que me llevan a preguntarme qué pretende Cifuentes con esta cita y con este despliegue de efectos. Como muy bien había vaticinado mi teniente, esta casa iba a resultar una auténtica caja de sorpresas.
Nos encontramos en su galería privada de grabados. Obras de Durero, Ugo da Carpi, Antonio da Trento, Hans Burgkmair y otros grandes maestros que a mí me resultan desconocidos, nos envuelven, nos cercan, mientras avanzamos absortos, maravillados entre tanta explosión de belleza. Piezas auténticas que deben valer una fortuna. Aquí nada es imitado. Todo es real, antiguo, tangible, verdadero.
FACULTAD DE FILOSOFÍA
La sala está a rebosar. Snobismo o afán de protagonismo. Castro es cualquier cosa menos un hombre discreto. Dicen las malas lenguas que le gusta bañarse en olor de multitudes. Y que potencia sin mesura el obsoleto y anticuado contacto directo con la masa. Formas de comunicación atávicas que le conectan con sus oyentes creando una corriente de empatía y de extraña comunión.
Admirado y aclamado por sus más fervientes seguidores, entre los que se encuentran un gran número de alumnos de las facultades de filosofía, matemáticas, robótica y neurociencias, disfruta sin mucho pudor de la fascinación que genera en su entorno más cercano.
Criticado por sus más enconados detractores, acusado de practicar un oportunista populismo científico al flirtear entre la más rompedora tecnología de vanguardia y las formas más arcaicas de interacción con sus acólitos.
Ambiguo, manipulador, amante de la controversia, del equívoco y de la contradicción. El tema de su conferencia le brinda la oportunidad de lucirse en un tema esquivo, turbio y confuso. La verdadera naturaleza de la verdad y de su necesario contrapuesto, el engaño….
—El crimen perfecto no existe. —Su voz resulta envolvente, seductora, perfectamente modulada— aunque la literatura se haya empeñado, a lo largo de los siglos, en hacernos creer todo lo contrario. O quizás sí existe, o quizás nunca podremos estar seguros de su existencia o de su no existencia.
Antonia me roza suavemente el brazo. La conferencia promete.
—Para algunos —continúa— el crimen perfecto es aquel que se resuelve con un falso culpable. Aquel en el que el asesino es capaz de hacer un truco de magia y darle la vuelta a la verdad poniendo la verdad a la vista de todos. Utilizando el poder que emana de mentir con la verdad. Para otros, el crimen perfecto es aquel en el que el juez no podrá determinar ni la culpabilidad ni la inocencia del acusado. En ambos casos, el resultado práctico es el mismo. El fallo de nuestro sistema y la libertad del culpable.…
—Si nos inclinamos por el segundo punto de vista, podemos llegar a la conclusión de que las matemáticas y la criminología son más afines de lo que parece a simple vista. Proposiciones indecidibles. Los teoremas de incompletitud de Gödel aplicados a la justicia humana…
—Pero si nos inclinamos por el primer punto de vista, también podemos establecer similitudes entre la ciencia del delito y las ciencias exactas. Piensen que en el primer supuesto el engaño estaría en la base de todo. La máscara, el trueque, el cambio de escala, el giro, el cambio de sistema de referencia, el cambio de base. Formas alternativas pero equivalentes de observar el mundo. De interactuar con él….
—Verdad versus falsedad. Inocencia versus culpabilidad. El ser humano cree lo que quiere creer….. No olviden que hay una gran diferencia entre la verdad y la parte de verdad que se puede demostrar. No olviden que la verdad total siempre queda fuera de nuestro alcance.